El novillero Juan de Álamo sufrió una voltereta cuando entraba a matar a su segundo novillo.
Fotografía de Paco Sanz
Las Ventas. Madrid. 10 de mayo de 2010
La capea de mi pueblo
Por Paz Domingo
En mi pueblo se dan capeas. Cada vez más. Esto tiene poco de espectacular, salvo por la desvergüenza tan extraordinaria porque en ellas se comenten soberbias estafas. Antes, hace tiempo, si se hubieran atrevido a hacer la mínima parte de estas correrías, allí mismo se hubieran liado a cantazo limpio, y los ejecutores de semejantes artimañas no vuelven más, por los restos de los restos. Ahora, ya no valen las denuncias, ni las sentencias favorables, ni los pleitos, ni las órdenes de alejamiento, ni la honradez, ni el oficio. Bueno, vale a los protagonistas de la engañifa que viven del timo, y se resisten en estos disimulos porque siempre quedan incautos. Pues yo creía que en mi pueblo, -que no es uno cualquiera- no quedaban tontos. Y es que el censo es generoso en repartir incautos y aprovechados, más o menos, al cincuenta por cien. Ahora me explico el grado de felicidad que mantienen las gentes de este poblacho, despreocupadas de la crisis, de los cantos que vuelan, de que les arañen los bolsillos, de que les den cabra por toro. Lo que quieren son soberbias capeas. Y tan contentos.
Fotografía de Paco Sanz
Las Ventas. Madrid. 10 de mayo de 2010
La capea de mi pueblo
Por Paz Domingo
En mi pueblo se dan capeas. Cada vez más. Esto tiene poco de espectacular, salvo por la desvergüenza tan extraordinaria porque en ellas se comenten soberbias estafas. Antes, hace tiempo, si se hubieran atrevido a hacer la mínima parte de estas correrías, allí mismo se hubieran liado a cantazo limpio, y los ejecutores de semejantes artimañas no vuelven más, por los restos de los restos. Ahora, ya no valen las denuncias, ni las sentencias favorables, ni los pleitos, ni las órdenes de alejamiento, ni la honradez, ni el oficio. Bueno, vale a los protagonistas de la engañifa que viven del timo, y se resisten en estos disimulos porque siempre quedan incautos. Pues yo creía que en mi pueblo, -que no es uno cualquiera- no quedaban tontos. Y es que el censo es generoso en repartir incautos y aprovechados, más o menos, al cincuenta por cien. Ahora me explico el grado de felicidad que mantienen las gentes de este poblacho, despreocupadas de la crisis, de los cantos que vuelan, de que les arañen los bolsillos, de que les den cabra por toro. Lo que quieren son soberbias capeas. Y tan contentos.
Crónica completa en http://sites.google.com/site/toroaficion/san-isidro-2010/10-dan-isidro-05
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