lunes, 22 de septiembre de 2014

Crónica. Las Ventas.21 de septiembre

Reliquias de un mundo que muere
Por Paz Domingo

La afición de Madrid estaba entusiasmada. Los lejanos pablosromeros volvían, aunque fueran subtitulados como encaste minoritario. Pero la cortesía de los amantes enamorados de la fiesta brava es cabal como no podía ser de otra manera en estos corazones de cultura absoluta. Es decir pabloromero y allá que va la afición a darse un gusto al cuerpo y empuje al alma torera. El banquete daba comienzo en el apartado matinal y concluía en noche cerrada bajo nubarrones que terminaron por refrescar el ambiente en la retirada a casa. Entremedias reaparecían los bellos ejemplares con lomos nevados y grisáceos, de estampa altiva y estilismo armonioso; de parejas y discretas fisonomías; y también de casta, aunque no rotunda, ni posiblemente tampoco de provocar locuras en esta desventurada fiesta. Pero casta, ya lo creo y como también lo afirmo.   

Los tres diestros que componían el cartel pretendieron cumplir con el compromiso adquirido, incluso dejar algún apunte estilista. Sin embargo, la difícil papeleta de epatar ante estos altaneros animales quedó menguada por la escasez de recursos, de no estar placeados; de no imponer el dominio; de abandonar a los ejemplares a las armas toricidas de caballeros arteros; de no dar lidia de control; de no resolver con inteligencia; en definitiva, de tener voluntad para intentarlo pero sin poder rematar en la cadera. Para aquellos aficionados y aficionadas que ya han visto muchas cosas por este mundo del diablo, la valentía de estos tres toreros es infinitamente superior – por supuesto inalcanzable- a la de los figurantes del alto escalafón de la tauromaquia del pasito atrás, de la pierna robótica, de las afueras siderales, de los toritos bonachones, de inmaculadas orgías, y de mentiras que ya ni llenan la plaza. Porque esa es otra cuestión. Los tres toreros de la tarde de pablosromeros no llevarían mucha gente a los tendidos pero tampoco la echan con sus atracos a muleta cargada.  

A los toros se les recibieron con aplausos por su magnífica presencia. Incluso, se les despidieron en el arrastre con reconocimiento. Tuvieron en general su faena. También su genio en el caso de algunos. También su bravura, en unos casos muy evidente. Y su mansedumbre. Y su lidia, aunque casi nadie apostó por esta banalidad. Y su complicación. Y sus lidias inexistentes y en terrenos equivocados. Incluso hubo aficionados que salieron satisfechos porque no se cayeron. Los tres diestros se quedaron muy cortos en resolución. José María Lázaro estuvo en estilista con su destacable muñeca y temple, aportó voluntad y se dejó cruda la muleta. Quizá, a estas alturas ya se ha dado cuenta del gran error de incluir en su cuadrilla al jinete matarife –que para guasa se llama Cordero- que perpetró sendos asesinatos –unos titulares y otros de rebote- a dos cárdenos en forma de deslomes tras horripilantes varas percutoras, que barrenan y hacen palanca a la velocidad del rayo y a la altura de los riñones.

Así pues, los hermosos cárdenos, de lomos plateados que le cayeron en suerte a Lázaro se fueron al desolladero inéditos. Y los dos de Pérez Mota, que desaprovechó un toro de faena sin compromiso y un toro con sus cuatro letras: hermoso, bravo, noble y de triunfo. Le dio una buena serie inicial y se acabó, pues es lo que pasa cuando uno enseña las cartas y el contrincante acredita que el apostante va de farol. Hay que reconocerle su voluntad de hacer las cosas, pero a los aficionados esto nos sabe a cuerpo quemado o pitón pulverizado. Respecto a Rubén Pinar su intervención fue al revés: de más a menos y de menos a la nada. Empezó con técnica lidiadora, circunstancia que se agradecía, en la lidia de un tercer ejemplar que tuvo su faena sin excesivos compromisos, a pesar de que el toro manseaba, apechugaba y se rajaba a la velocidad cambiante de los fogonazos de un rayo. Pinar insistió mucho y mal, ya que porfió en el tercio cuando se trataba de alejar al pródigo carácter de las tentaciones. En la última intervención de la tarde el diestro albaceteño no quiso ni ver al pabloromero de más genio altivo y ambos se fueron por el camino de sus pasos inéditos y sin consistencia taurómaca.

Una tarde de reliquias en un mundo que muere. Las huellas de la grandeza de este espectáculo están remotamente escondidas en las entrañas de este encaste minoritario y olvidado, en la valentía obligada de los toreros que sacan de la necesidad una peripecia; de esta grandiosa afición que no se merece el noventa y nueve por ciento de bodrios que le preparan como si compusieran su obituario. Veo cosas raras en este mundo que se muere. Veo a las mismas autoridades en semejantes asientos privilegiados con iguales irresponsabilidades y con idénticas malas gestiones. Veo caras conocidas y tristes. Veo extrañas salidas del armario –léase tendido como referencia-. Veo algunos viejos amigos. Y veo sus oscuros pensamientos. Es decir, que ya veo demasiado.

Plaza de toros de Las Ventas.
Madrid, 21 de septiembre de 2014. Toros de Partido de Resina para los diestros José María Lázaro, Pérez Mota y Rubén Pinar.

Posdata: Les enlazo a las crónicas de las dos últimas corridas de los pabloromeros publicadas en este soporte digital. Que se diviertan.  

“Hoy estamos de suerte”. Por Paz Domingo. (22 de mayo de 2011) https://sites.google.com/site/toroaficion/san-isidro-2011/san-isidro-2011-13-festejo

 Que vienen los ‘pabloromero’. Por Paz Domingo. (22 de abril de 2010)

lunes, 8 de septiembre de 2014

Sobre la corrida de Moreno Silva en Madrid

Reaparición

Por Paz Domingo
Los saltillos de Moreno Silva reaparecían en Las Ventas para expectación de los escasos aficionados que quedan en este mundo de remota bravura. También, yo misma regreso a este soporte digital después de mucho tiempo de apatía taurófila. Y sin ánimo de hacer comparaciones -que como bien se sabe, suelen ser odiosas-, aprovecharé esta anécdota para establecer alguna similitud porque mucho tienen que ver, en mi opinión, los escasos recursos y alicientes que se invierten en la fiesta auténtica pues consiguen desmantelar entusiasmos poderosos, llevarse por delante todo caballero andante que se precie y provocar aflicciones difíciles de remontar entre aquellos pobres locos que pretenden desfacer entuertos y defender a su dama de dragones y encantamientos.

La sucesión de saltillos resultó desigual de presencia y de casta dejando flojos los ánimos, lejanos los recuerdos de aquella novillada vibrante y portentosa que nos regaló el ganadero hace unos años en San Isidro. Las explicaciones de los admiradores de los morenosilva a esta decadencia en los resultados de sus toros son muchas, según se lee en las redes sociales y en las críticas, pero posiblemente haya que buscarlas en la desatención a la fiesta o en la falta de seguridad en un escenario repleto de protagonismos comerciales y nada exigentes con la verdad.

Desde aquel derroche de casta y bravura el quijotesco criador de saltillos prácticamente no ha lidiado en territorios de la piel de toro; se ha dejado ver algo en plazas sureñas francesas; y, en definitiva, ha quedado sepultado por su apasionado instinto idealista. Ante estas circunstancias, el héroe se repliega, retrocede su posición, flaquea el ánimo, se oscurece su coraje. Y el cansancio se hace evidente pues no se atiende como se debiera a la empresa, a la inversión, al instinto y a los resultados.

Se sucedieron ejemplares desiguales en presentación de más a menos, y también en resultados en cuanto a casta se refiere. Hay que puntualizar que casta tuvieron, hasta mucha se podría asegurar, incluso no pisaron los terrenos de chiqueros, salvo en última instancia el toro que se lidió en sexto lugar que apuntó maneras barbeando las tablas de salida. El comportamiento también varió. Quedó el segundo con la nota más alta en bravura, casta de la buena, nobleza repetidora y prontitud en las acometidas, incluso contó con el factor suerte pues cayó en el lote de Encabo, el cual pudo saborear unos buenos lances con el capote, demostrar oficio en la posesión con la muleta, más varios trincherazos con clase y algún natural. Sin embargo, dejó a Soriano –cárdeno aldiblanco-  insuficiente de dominio, con un tercio de banderillas en las postrimerías de la buena colocación y le faltó ajustar la distancia correcta. Con el segundo de su lote, el diestro madrileño se escondió. El toro resultó más incierto, aunque algo tendría que ver que el matador le desatendió bajo los petos y se le diera lidia de alivio, aunque fuera Ángel Otero el encargado de ofrecérsela.

Marcos Serrano, nacido en Nimes, confirmaba alternativa en Madrid con un animal precioso de lámina y de esencia buena en las entrañas, que empujó en el caballo y que se fue al desolladero con un magnífico pitón izquierdo desaprovechado, muchos pases sin sustancia y con una casta de utilización inédita. El polémico quinto de la tarde fue a caer en su lote. Se le protestó de salida por la justeza de presencia, aunque su tipo era de coqueto saltillo. La mayoría de la afición creyó ver falta de materia en el animal porque al contacto con la vara se desentendía alocadamente. Pero se trasformó, sin que nadie se lo propusiera, persiguió el engaño con listeza y puso en el mayor de los apuros a Serrano que tenía ningunos recursos para pararlo y templarlo. Dos toros en definitiva de importante consideración para realizar el toreo, aunque para algunos no estuviera tan claro. Y si está permitido una ligera observación, sería deseable que el diestro apuntara maneras en la suerte suprema en vez de salir despavorido envuelto en sus propias turbulencias, tirar el engaño y dejar el hocico del inocente animal pespunteado a navajazos.  

Joselillo ganó la partida en desorientación torera. Al tercero le dio capea. El animal -que necesitaba cintura para depurar su relativa fijeza- se maleó a conciencia pues las compañías del peto toricida y las reservadísimas maneras toreras del diestro hicieron posible el desacierto. Con el último saltillo, el más anodino del encierro, también el más hondo de hechuras, permaneció desbordado en pases aéreos. Concluyó con el estoque por debajo del aprobado.

A estas alturas de la tarde –y del ánimo- muchos se fueron decepcionados por los ansiados saltillos. La corrida, al margen del recuerdo y de clasificaciones míticas, tuvo su interés. Y hasta su grandeza, si se tiene en cuenta que la engloban en esa piadosa catalogación de encastes minoritarios y que hay que dar salida para que las críticas a la abusiva competencia en un mercado único sean inoperantes. Es cierto que el festejo podía haber salido mejor en resultados, pero hay que ponerse en escudo grisáceo que envuelve la armadura de estos viejos hidalgos; imaginarse a lomos de su rocín flaco; salir al alba para desfacer entuertos; y salvar a la dama en apuros, deshonrada por malhechores, acosada por algún que otro dragón y encerrada tras imponentes almenas. Lo dicho. Hay que ponerse en su lugar.

Plaza de toros de Las Ventas.
Madrid, 7 de septiembre de 2014. Toros de Moreno Silva para los diestros Luis Miguel Encabo, Marcos Serrano y Joselillo.