martes, 10 de junio de 2014

Crónica del último festejo de San Isidro 2014

Buenos y extraños miuras

Por Paz Domingo

Terminó la feria taurina más larga de cuantas se puedan programar y está visto que no es la mejor en resultados. Agotados ya, arrastramos los cuerpos y las almas después de tanto suspenso, de incontables tardes ayunas de credibilidad. Miura volvía a Madrid después de nueve años. Reverdecía la afición y se puso el cartel de no hay billetes para ver los ejemplares de la legendaria ganadería que fundara el más famoso de los sombrereros hace 165 años. Sus toros altivos, correosos, metódicos en sus peculiaridades y tan suyos que no hay quien los entienda, atraen al personal. Sin embargo, estos miuras no parecían miuras porque salieron alejados del prototipo temperamental propio de la casa. No se encampanaban. No se volvían sobre la grupa como cuerpo fustigado. No estudiaron incansables derrotes.

Los miuras eran miuras bonitos y contenidos de genio, de presentación impecable, cárdenos todos, bien rematados y con cabezas considerables, incluso algunas parecían cuidadas con fundas protectoras. También con casta, cierta bravura y creíbles para las faenas de muleta. Por ejemplo, tres de ellos: segundo, tercero y cuarto, hicieron las delicias exigentes de los aficionados. Los tres recibieron aplausos en el arrastre y pusieron la media del examen en un notable alto para el regreso de la mítica divisa. Estos tres toros se repartieron como buenos hermanos entre los tres diestros. Uno para cada uno, y ninguno de los tres puso el rumbo adecuado para sobreponerse a la nobleza, casta, acometividad y posibilidad de dominio. El que más gustó fue el segundo ejemplar. Se lanzó a los petos tres veces, superando la distancia progresivamente y también empujando cada vez menos, poniendo la discusión en un tono muy alto sobre la diferencia que existe entre ir al caballo y que se empuje contra la cabalgadura, un debate que queda para otro momento.  

A estas alturas ya se ha hablado mucho de los escasos resultados que obtuvieron los diestros ante animales de posibles, y que en el fondo no deja de ser una contradicción pues es en Madrid donde se valoran las proezas. Únicamente queda resaltar la gran talla de la cuadrilla a las órdenes de Javier Castaño, que aguanta carros y carretas en este afanado universo taurómaco. Precisamente, la afición propuso una ovación a Marco Galán para que se desmonterara en reconocimiento de su extraordinaria capacidad para lidiar pues es un lujo ver cómo la exhibe con técnica, inteligencia y discreción. En estas dos últimas temporadas han dado una gran lección y ojalá les dejen seguir haciéndolo.

Se cierra por esta temporada un ciclo ferial que desgraciadamente no ha servido para ganar terreno a la decadencia, ni ha ofrecido valentías, ni sorpresas, ni soluciones. En fin, un tiempo valioso que se ha esfumado como la espuma. Y si quieren buscar culpables, búsquenlos donde se dejan ver, que no se esconden. Pero, no echen la culpa de esta decrepitud que destruye la fiesta a los aficionados que pagan por un espectáculo decente. Y no se olviden, que sin afición no es posible la recuperación.     

Plaza de toros de Las Ventas. Madrid, 8 de junio. Trigésimo primer y último festejo de la Feria de San Isidro 2014. Toros de Miura para Rafaelillo, Javier Castaño y Serafín Marín.

sábado, 7 de junio de 2014

Crónica. Los Victorinos. San Isidro 2014

La afición, ¡presente!

Los afectos al toreo adulterado no sabían qué argumentar de la corrida que presentó en Madrid el simpar ganadero Victorino y ponían mucho énfasis en asegurar que el toro cárdeno –que salió en quinto lugar, con 538 kilos- y de nombre Majito no era una alimaña, que no servía para la muleta, que era tan manso que no había lugar para el lucimiento de Antonio Ferrera. Fue un auténtico patetismo ver cómo estos gurús de la posmodernidad del toreo hacían del arte de la mentira la sublimación del padrenuestro.

El día anterior habían proclamado el toro de la feria al animal que hizo tercero en orden de lidia de la ganadería del Puerto de San Lorenzo. Ya tenían confeccionada la lista para el premio y no la cambiarán, por supuesto. Pero a lo que llamaban bravura, nobleza y casta estos adictos de la probatura del círculo taurómaco el día anterior, ayer apostillaban que los cárdenos toritos traían mansedumbre, bronquedad, peligro sordo y demás apóstrofes que fueron colocando sin rubor ninguno gracias a su gran talento embaucador. Y la realidad, que siempre supera a la ficción, era que los victorinos empujaron en el caballo, algunos quedaron deslomados por los terribles varetazos que recibieron; que tres resultaron apañaditos para el toreo; que los otros tres eran fenómenos de resistencia al sometimiento con bravura y casta, necesitados de dominio, de lidia buena en la cara; que llenaron los corazones y las esperanzas de quienes ven en este espectáculo emoción, técnica e inteligencia. Y lo más hermoso fue ver a estos animales cómo buscaban incansables el engaño, persiguiendo su instinto, vivaces, con un descomunal criterio, en una infinita acometida.

Pero la afición de Madrid estaba allí. Llenó la plaza sin necesidad de beneficencias, toreros majos e indoctas sabidurías. Y esta afición – a la cual estos gurús embusteros se quieren cargar porque les da la gana torera- certificó que los todos los animales que fueron desfilando en el ruedo merecían aplausos, y hasta ovaciones, en el arrastre. Todos empujaron de diferentes maneras en el caballo y eso que esta sufrida afición se quedó sin verlos bien bajo los petos, a pesar que se desgañitaban para que los maestros colocaran a los animales en la distancia y acorde con las ansias de bravura que cada uno portaba. Esta afición de Madrid, única en el mundo parece, también escondida, cuando sale un toro por la puerta de chiqueros ya sabe que es un toro, señala, observa, asiente y reverencia y lo proclama como si fuera su propio rey. Esta afición de Madrid, ayer ¡presente! vio toros para quitarse los sinsabores de puertas grandes sin olés, de casquerías de toreros de alcurnias y de entronizaciones insuficientes y, por igual, pasaba por sus mentes aquel Ruiz Miguel y cómo sabía hacerle las cosas bien a los victorinos. 

Eso es lo que se ha oído siempre. A los toros del ganadero de Galapagar, listo como él solo y como los ratones coloraos, cuando salían tobilleros, listos, de los avispados, de los que se enteran, de los que aprenden al primer muletazo, de los que persiguen, de los que planean, de los de profundidad intensísima, de los que saben vender muy caras sus entrañas, pues había que hacerles las cosas bien. Y, para los que no vieron aquellas faenas y no sepan en qué consiste la sabiduría de controlar la resistencia al sometimiento que aportan estos poderosos animales, hacer las cosas bien es someter al primer muletazo, colocar la muleta sin titubeos ni ensayos de pitones, cachetear certero en la cara, no descansar y, lo más difícil, aguantar el sitio y exponer verdad.

Es lo más difícil, cierto. Pero, Ruiz Miguel, y algunos pocos más, nos dijeron que había lidia para estos animales de resistencia plena al sometimiento, que podía haber talento para esta pasada de casta, que era posible el enfrentamiento verdadero de un hombre con un toro en igualdad de capacidades y fuerzas. Por tanto, esta denostada afición de la plaza de Madrid sabe que a unos victorinos, como los descritos en esta tarde de marras, que no eran alimañas, ni broncos, ni  adolecían de mansedumbre, había que hacerles la lidia adecuada. Ni más, ni menos.

A Uceda Leal le tocaron dos animales buenos para lucirse toreando, de los que llegaron a la muleta del gusto de los afectos al posmodernismo, pero como se ha empeñado en no hacerlo pues hasta la vista. A Antonio Ferrera le cayó en gracia y en maldición un victorino de cada clase. El cárdeno que hizo segundo fue con todos los honores aprovechable, como se dice ahora. Le pidieron a Ferrera que colocara bien el toro al caballo y que, por favor, lo hiciera con vocación. Puso sus correspondientes banderillas a estilo remanguillé y practicó la descolocación en los terrenos de chiqueros y en las afueras de los viajes de una posibilidad para aprovechar, y que no hizo.

Después de esta lidia, salió Vengativo, convirtiéndose en el rey de la fiesta. Su codicia fue creciendo proporcionalmente a las imprecisiones de Aguilar que aunque muy valiente, con gran decisión, no pudo poner en su sitio a este animal encastado y crecido en conocimientos y terminó desbordado y sufridor de su desacierto. Mató como pudo. Y salió el cuarto que desesperó al personal porque Uceda le dio el visto malo y se escondió en el callejón. El quinto, Majito, con un remate espectacular y un hermoso lomo plateado, terminó apoderándose de la plaza, del alcalde y del pueblo. Era impresionante ver la acometida del animal tras la muleta y del pulso incansable que mantenía con su instinto. Pero Ferrera cometió traición y se puso a darle trasiego desconcertante otra vez en la puerta de chiqueros. Intentó el trasteo, pero mal. Lo que procedía era lidia en la cara y no en mantazos que despiertan el mal genio. Así entero el animal y repleto de resabiada sabiduría, dio una lección de carácter y de casta porque se impuso al acoso de los diestros que impedían la muerte altiva que se merecía. Dio una cornada al puntillero, se levantó con inusitada energía, lentamente aguantó en un hilo la agonía y la plaza puesta en pie ovacionaba la grandeza de un animal único en el mundo y que es capara morir con una dignidad propia de dioses.

Al final, estuvo Aguilar aperreado –como decían los clásicos- con un toro imponente en genio y complicación. En estos casos no bastan las valentías, ni las heroicidades, pues se hacen necesarias las técnicas y las reminiscencias de aquel Ruiz Miguel que con una inusual maestría ponía firme al más pintado de los victorinos. En cualquier caso, los toreros de esta tarde son mucho más toreros, más valientes, más hombres y más dioses que cualquiera de las figuritas que exponen nada y lo quieren todo.

Plaza de toros de Las Ventas. Madrid. 6 de junio de 2014
Vigesimonoveno festejo de la Feria de San Isidro 2014.

Toros de Victorino Martín para Uceda Leal, Antonio Ferrera y Alberto Aguilar.

viernes, 6 de junio de 2014

Triunfos verduleros

¡El tigre no es vegetariano!

Por Paz Domingo

Cuidado con el tigre, que no es vegetariano. Sí, cuidado, porque algunos le están alimentando de lechugas y cualquier día la voracidad de su instinto se le revolverá en el estómago, se le hará levantisca, se le revelará contra la mano que le da de comer tan insípido manjar. Reunirá las pocas fuerzas que le queden, asestará un zarpazo devastador contra su domador, saltará a su yugular, amarrará la pieza cobrada contra el suelo, se precipitará sobre las vísceras blandas al olor de la sangre fresca, para finalizar engullendo de un mordisco, sin respirar, sin masticar, al sumo cuidador de tan portentosa figura felina.
Sí, presten cuidado a las tonterías en forma de verdurita precocinada que le dan de comer a la bestia. Me refiero a regalitos en forma de puerta grande, de orejitas verduleras, que gratuitamente le están echando a las fierecillas del escalafón. Cuidado, tengan mucho cuidado con los avisos en forma de carteles que informan de que la alimaña es carnívora, no vaya a ser que se encuentren con un golpe mortal y se vean en el foso que digiere sin triturar. Déjense ya de pamplinas y follajes. Que comparar una lechuga con un filetón de kilo es como pretender que la fiesta de los toros se va a salvar con estas beatíficas mentiras en forma de cogollitos verdes. No contrasten lo que no es. Las dos puertas grandes que ha traspasado Perera no son ni remotamente comparables con las obtenidas por César Rincón y José Tomás en similares y numéricos triunfos. No confundan la verdad, señores. ¡Déjense de salchichas vegetarianas! A la hermosa bestia de la creación se le está descolgando la badana y rayando su magnífica presencia. A la hermosa fiesta de los toros la quieren alimentar con lechugas y al tigre no le queda otra que elegir: o se colapsa por hambre y duerme la placidez de los justos; o salta al pescuezo de su torturador y se lo merienda sin decir esta boca es mía. Pueden elegir lo que más les interese porque los domadores ya han hecho la compra de la temporada, y como es de suponer, no hay ni rastro de proteína.

miércoles, 4 de junio de 2014

Crónica. Feria San Isidro 2014.


Tirón de orejas

Por Paz Domingo

Por fin Adolfo Martín cierra el círculo. Esta vez sí fue posible redondear la tarde con seis toros de muleta, un ensueño que lleva persiguiendo el ganadero desde hace mucho tiempo. Ahora en la cumbre del éxito y en los altares de la afición torista se consagra definitivamente con una victoria de sus ejemplares asaltillados con más cuerpo, más docilidad, más fuerza y más equilibrio. Aunque Adolfo sufrió lo suyo viendo pasar uno tras otro sus toritos buenos para el triunfo soñado hasta que llegó un inteligente Perera que sin exponer un toreo rotundo metió el cárdeno animal al desolladero sin las orejas, al público en un apoteosis inexplicable y salió por la puerta grande de Madrid sobrada y exageradamente.

Eran las nueve pasadas. Cinco toros se habían sucedido. Pero todos habían servido porque se prestaban a la ligazón, al temple, a los terrenos de visibilidad, al sitio, a la confianza, a la entrega en tandas justas pero muy aprovechables. Antonio Ferrera desaprovechó dos cositas muy buenas y muy similares. En vez de eso se puso a practicar el destoreo a cinco metros del ganadero que presenciaba el festejo desde una tribuna reservada en el callejón de la plaza. Los aficionados hacían cávalas sobre lo que le estaría pasando a Adolfo por su mente mientras veía pasar al animal buscando engaño a ras de tierra y mientras sufría el paso de la tarde y nadie daba tirones de orejas. En otro momento el mismo ganadero había destacado la gran faceta torera y lidiadora de Ferrera, pero con seguridad ya no será la misma después de ver cómo el diestro jugó al escondite con el cuarto ejemplar, hizo el espectáculo de Cantinflas, los regates a lo Bombero Torero, para terminar la escena a modo de donTancredo y que colocado de espaldas al burel, lo que bien puede llamarse -en esta ansiedad por descubrir cosas nuevas- la suerte de citar con el reverso, contener de reojo y aparcar de culo.  De la posible faena muleta mejor ni mencionarla.

Salió el quinto, aún mejor que el cuarto. Y Diego Urdiales ni se enteró. Qué lástima para ambos porque mientras el primero lo pedía a mugidos, el segundo, es decir, el diestro no se confió, no puso trapo, no se colocó certero, no quiso percatarse, no pudo afirmar lo que muchos creen ver en su toreo y sacó dos naturales de pura casualidad. El público al unísono le pedía confianza a gritos. Mientras, el maestro seguía su particular interpretación de la tauromaquia del esfuerzo en la que se descolocaba tras cada pase suelto y se desorientaba empeñado en parar la trayectoria natural del animal.

En esto que salió el sexto, aún mejor que el quinto, aún mucho más que el cuarto. Y ahí estaba Perera con su interpretación posmoderna del toreo basada en tandas ligadas y poco importa que vayan hacia las afueras, que la pierna robótica quede atrás, que ligue encorvado, que cite de perfil que haga carreritas hacia atrás. Pero Perera muy inteligente supo ver que lo que pedía la gente no tenía dificultad y con su particular paráfrasis era posible apuntillar el rotundo éxito que le precedía en esta feria. Fue mucha puerta porque -aunque dio unos naturales de buena colocación y ejecución- no se vio faena concluyente, ni capote, ni estoconazo y esto en Madrid, que se sepa, es obligatorio.

El triunfo tan extraordinario que ha protagonizado Perera en número de salidas por la puerta grande de Madrid solo puede tener parangón con el de César Rincón, hace veinte años, o con el de José Tomás, hace casi otros diez, por ejemplo. Si algunos vieron las faenas de estos dos hombres entonces y estaban ayer en la plaza encumbrando la apoteosis de Perera, certifico sin miedo que han perdido la memoria. Y excuso además a quienes no vieron aquellas descomunales y milagrosas interpretaciones del toreo y han creído descubrir el paraíso en los vuelos de Perera, sencillamente porque no pueden comparar una cosa y la otra. Se puede entender, además, que estos amantes de la fiesta sean generosos, entusiastas, y hasta fanáticos de esta fórmula de desentrañar el toreo con toros que están diseñados para hacer esta reiterada procesión de muletazos. Pero, también de la misma manera, se puede cuestionar que esta paráfrasis taurómaca –aunque sincera y efectiva por parte de Perera-, no deja de ser insuficiente en rotundidad, exigua en pasión y menuda en grandeza.

Plaza de toros de Las Ventas. Madrid. 3 de junio de 2014
Vigesimosexto festejo de la Feria de San Isidro 2014.
Toros de Adolfo Martín para Antonio Ferrera, Diego Urdiales y Miguel Ángel Perera.

martes, 3 de junio de 2014

Crónica. Feria de San Isidro 2014



Algo raro

Por Paz Domingo

Se vio algo raro en la esperada tarde de Cuadri. Todo se contagió de una sensación extraña. Los toros de esta ganadería propia de aficionados no parecían lo que habían sido siempre. La presentación era desigual, sobre todo en las diferencias en las cabezas, la hondura de sus ejemplares se manifestaba en formas más recortadas, incluso en alguna badana muy poco definida; pero lo más paradójico resultó el confuso comportamiento de los toros, lejos de los parámetros de resistencia al sometimiento que imponen sus soberbias figuras. Esta vez no eran piezas de mármol correosas, como tampoco animales de pronóstico reservado. Se comportaron noblemente, apalancados en personalidades variables según los tercios y terminaron casi todos entregados a las muletas con y sin fuerzas en sus entrañas.

El primer toro correspondió a la confirmación de alternativa de José Carlos Venegas y le faltó poco para llegar al final del trasteo porque el picador de su cuadrilla perpetró un asesinato en forma de vara trasera, provocando una disección a lo vivo en el lomo con el tamaño de una cueva paleolítica de la que manaba como un surtidor y a borbotones la sangre del infortunado. Quedó el toro preparado para la lidia de dos o tres tandas como mucho, incluso con abundante nobleza. El joven diestro se colocó bien en la primera pero se empeñó en el toreo por arriba cuando en castigado animal quería faena por abajo. Murió de estocada tras pinchazo y recibió aplausos en el arrastre. Hay que añadir que quedó deslucido el pitón izquierdo porque estaba ajado como una fregona de esparto y la gente se puso a murmurar, pues de todos es sabido que Fernando Cuadri es un ganadero que no enfunda y no confunde.

Se protestó el segundo porque blandeaba y no terminaba de convencer su cara sin rematar. Fue el toro de menos a más, es cierto, en gran parte debido a la extraordinaria maestría de Marco Galán, para concluir Sánchez en la tercera pasada por banderillas con una lección de aproximación de toreo con el cuerpo, despacio, llegando hasta el hocico, de frente, provocando la arrancada a dos metros, volcándose en el balcón y salir también andando con una serenidad propia de personajes superiores. Le dio Castaño una tanda buena casi en los medios para después dejar incierta su capacidad para torear. Se fue descolocando del sitio y del remate y dejó inédito al cuadri de alguna faena. Dio Castaño una estocada atravesada y caída perdiendo el engaño y el animal se llevó al desolladero algunas palmas.

Después de evidenciar que la cuadrilla de Castaño resuelve con mucha profesionalidad la embarazosa papeleta de lidiar toros con fuerza y casta, difíciles o imposibles la mayoría de las veces, quedaba demostrado por lo mismo que no todo el mundo puede realizar este trasteo porque no está preparado, o acostumbrado. Y las cuadrillas protagonizaban sus particulares calvarios. Por ejemplo, con el toro que hizo tercero y de una hondura pasmosa en sus lomos. Muy aplomado resultó desde el principio y a medida que avanzaba la lidia se transformó en reservón. Los vanos intentos de Iván García se diluyeron en guirigay, mientras que dejaba muchos intentos por fuera para matar a la desesperada. 

El cuarto salió con la velocidad del rayo, codicioso, imponente. Tomó de Sandoval la primera vara empujando; en la segunda quedó reservón; y de la tercera no quiso nada aunque el varilarguero insistió con la cabalgadura hasta seis veces. El animal desafiante de un principio se quedó acobardado en tablas durante el tercio de banderillas a que nos tiene deslumbrados la cuadrilla de Castaño. Los dos hombres ya legendarios, Sánchez y Adalid, se fueron superando en el riesgo por los adentros en los tres pares que colocaron magistralmente. Una vez que Castaño arrancó al animal de las tablas, ya casi en los medios, pudo lucir una tanda medida, envuelta, ligada, para después desaprovechar las embestidas nobles de un animal atemperado y consentidor. Al diestro de enormes batallas de otras épocas se le vio con un trasteo poco contundente para terminar sin sitio y con muchas dudas sobre sus posibilidades. Y después de una estocada, de perder los trastos y de aguantar  como pudo la irresolución de la faena, irrumpieron dos locos antitaurinos en el redondel exhibiendo una pequeña pancarta que nadie pudo leer. Estuvieron un buen rato en el otro extremo del ruedo -donde estaba el agonizante animal y la cuadrilla vigilando sus movimientos y posibles peligros-, al mismo tiempo que eran desalojados por sus propios miedos y ningunas actuaciones de los miembros de seguridad.

La lidia del quinto fue un desastre. Los conocimientos de García, escasos. Las evidencias que necesitan oficio, muchas. Dejó una cuchillada en los bajos y se acabó con un ejemplar se silueta imponente y bondad apreciable. Y en el sexto pasó algo parecido, pero más intenso. Si el animal se quedó crudo fue porque el picador no supo qué hacer y si desafió al diestro fue porque se creció ante las pocas soluciones de dominio de Venegas que, aunque el diestro puso mucha entrega y valor, y se jugó la vida en algunos lances. Mató como pudo. Y terminó esta rara tarde de toros de Cuadri.

Plaza de toros de Las Ventas. Madrid. 2 de junio de 2014
Vigesimoquinto festejo de la Feria de San Isidro 2014.
Toros de Cuadri para Javier Castaño, Iván García y José Carlos Venegas (que confirma alternativa).