miércoles, 15 de mayo de 2013

Crónica. Sexto festejo. Feria de San Isidro 2013


Plaza de Las Ventas. Sexto festejo de la Feria de San Isidro 2013.
Toros del Puerto de San Lorenzo para los diestros  López Simón, que confirmaba alternativa, El Cid y Daniel Luque.
Madrid, 14 de mayo de 2013

Gris casi plomo

Por Paz Domingo
La tarde tuvo poca escala de grises. En plomo estaba el cielo, intenso y condensado, que se mezclaba a ratos con rachas doradas. En plúmbeo también los matices toreros de la torería protagonista. En realidad, hay poco que decir de un festejo pasado por chubascos que dejó el cuerpo molido en la fría intemperie. Salvo que El Cid hubiera podido lucir su poderosa mano izquierda sin igual pero insiste en la mecánica extensora en las afueras sin dominio de sí mismo. Que Daniel Luque manifiesta muy bien su arrojo juvenil, su aire desafiante, su descafeinado toreo siempre muy escaso de poder. Que al confirmante López Simón le venía grande el traje marengo tejido con lana del taller de los atanasios pero que gracias a su porfía reconocimos en el desfile la única buena prenda que había cosido el sastre. 

Los atanasios del Puerto salieron poco en leyenda. Venían más mansos que nunca; Más desorientados de lo habitual; más ajustados de hechuras; más apropiados para tareas cómodas; más flojos que de costumbre; hasta el punto que sorprendieron porque hubo dos que eran auténticos carretones con muchos pies pero tan descompuestos, tan descastados, tan insulsos como el resto. Ambos animales les tocaron en sorteo a las figuras que dejaron la tarde como estaba, es decir, en nada. Las faenas se repitieron. Señalamiento en las varas; destoreo para el aprovechamiento de las rápidas embestidas de los locos animales que correteaban alrededor de la muleta con la misma fijeza que lo hace un tiovivo; brazos ortopédicos que extienden trapo como si fueran banderines en un circuito; preferencia por las afueras perfileras; la insistencia del cuerpo ladeado que cita en oblicuo y la muleta hace muro. Bueno, pues así todo el rato. El Cid lo tenía más fácil precisamente porque tirando de maestría recurrió a su mano izquierda para hacer repertorio mientras relegaba aquella extraordinaria facultad suya a una juerga desmesurada sin ton ni son. La mano incorrupta se trasformó en ortopedia barata con naturales del revés, los mismos de los que dicen disfrutar mucho los postineros de la modernidad. Mató a la manera garrafal y comenzó el frenesí del chubasco dejando esa hipotética fíesta en lo que realmente era: agua de borrajas. Lo mismo había hecho Luque con el toro que hizo tercero en el orden de salida de los chiqueros con mucho teatro en los medios y ningún mando en la ejecución. También remató de aquella manera. 

López Simón se llevó el cuerpo dolorido después que el mansurrón animal de su confirmación se lo echara a los lomos con terrible encontronazo en el primer cite. Solamente se le puede ocurrir a un inexperto llamar a un toro certero en la mansedumbre al hilo de las tablas y desde las distancias. Pero así ocurrió. Después no se hizo con el atanasio que a fuerza de enganchones desarrollaba cabeceos e imposibilidades para sujetarlo. Sin embargo, lo más meritorio de la grisacea tarde lo compuso en el sexto. Cosa sin explicación, pero López Simón le plantó cara al manso de tomo y lomo sin mucha técnica aunque aprendió que el áspero traje también se abrocha hacia el mismo lado como los demás. Cuando se cruzaba, cuando exponía, cuando retaba, el animal humillaba, recorría, pasaba y después se rajaba. Vimos a destellos la composición del encaste atanasio que sin ser tela preferente entre los caballeros sí es posible domar la dureza del apresto. Y se vió gracias a las dudas de un advenedizo sin recargados recursos toreristas pero que con tanta ingenuidad enseñó la condición del animal y de paso en qué consiste la grandeza del arte de lidiar toros cuando se les desafía con potencial verdadero.

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