Hay dos mundos ¡dos!
(Advertencia al aficionado ilustre en forma de epístola)
Paz Domingo
Querido amigo:
Espero que al recibo de la presente te encuentres bien. Yo
voy tirando, gracias a Dios. Aprovecho estas líneas para ponerte al corriente
de cómo van las cosas, pues sé de tu interés por conocer lo que pasa a este
lado del mundo. Nada parece arreglado después de que el año taurino concluyera.
Esta temporada iba a ser la catalizadora de la crisis en el sector taurino y al
mismo tiempo debía convertirse en la restauradora de la confianza para este
espectáculo con certificado de decadencia. Todos los sectores implicados en el
estamento estaban pendientes de lo que sucediera en Madrid para configurar su
agenda. Y lo que sucedió es nada, nada nuevo que no ocurriera en las últimas
ediciones, nada que haga pensar en sinceras intenciones para regenerar la
fiesta de los toros y encauzarla hacia el espectáculo veraz, auténtico y
hermoso que debería ser.
Como ya te has enterado, en la cruda travesía -taurina y
políticamente hablando- se fueron dando traspiés considerables, tan mediáticos,
tan políticos y tan peligrosos como la tapadera de la plaza que se hundió antes
de su implantación; la iniciativa legislativa de bien de interés general que traspasó
los ritos congresuales para convertirse en panfleto de reivindicaciones
universales; o las indefiniciones ministeriales que jugaron a ‘quién pertenece
a quién’; o el fracaso de todas las ferias, de todas sin exclusión; o la
búsqueda de algún toro descomunal que dicen salió en algún ruedo del sur
francés; o las nuevas asociaciones de figuras de toreo que quieren poner una
pica en Marte mientras juegan al golf en Sotogrande; o los movimientos
políticos salidos de no se sabe qué administraciones para ponerle cuentas a los
dineritos del sector, drama a la crisis ganadera y persecución del fraude a las
impolutas arboladuras bovinas. La pérdida de crédito en el espectáculo de los
toros está haciendo más daño que cualquiera de las prohibiciones más
sanguinarias, pues ha dejado al descubierto su desamparo, o lo que es lo mismo,
la necesitad de una intervención traumatológica debido a una fractura
medular.
Los neurocirujanos encargados de diagnosticar el alcance de
la lesión estimaron que lo primero, y más urgente, era la inmovilización del
paciente. Y así se hizo. La ausencia de iniciativas reformistas no ha tenido
lugar. Las asociaciones de ganaderos de reses de lidia no han puesto en marcha
una autoevaluación de emergencia, ni tan siquiera un análisis serio de las
funestas consecuencias de la explotación intensiva de animales descastados, de
la superpoblación de material unigenético
inservible y de realizar trasplantes con células madre para recuperar la
esencia antes de que el cáncer sea incurable. Y de pérdidas de encastes, mejor
ni hablan. Además, -como ya habrás comprobado- está el juego súper vistoso de
los mandamases del escalafón torero que reclaman café para todos pero se pelean
por los azucarillos; los mismos empresarios de las mismas plazas que ponen sus
reales sobre la mesa a garrotazo limpio y político; los garantes de
salvaguardar la integridad del espectáculo han desaparecido del mapa, que no de
la comedia; los posibles denunciantes de esta impostura convocan ruedas de
prensa para departir sobre los colores que mejor favorecen al traje de luces;
los responsables políticos han tomado placebos para paliar el dolor del enfermo
crónico elaborando un metódico plan a base de calmantes cuya efectividad no va
más allá de la relajación; y así, todo de vicio. De puro vicio.
Como ya sabes, en este mundo enviciado hay algunos que mantenemos la afición, o lo intentamos,
cuando el tornado se ensaña sobre nuestra cabeza y tiene categoría de huracán.
Bueno, no es nada nuevo, por otra parte. Tú mejor que nadie puedes responder
por este temperamento que nos lleva a la dicha y a la amargura. Es verdad, sé
lo que estás pensando, que también somos honrados, bondadosos y hasta
caritativos con este bochornoso, indecente y corrompido simulacro que nos
venden por fiesta de los toros. Y bien caro, por cierto. Para que te enteres de
buena mano, aquí la gente ya no se mata por conseguir un abono en Las Ventas. Más
bien, el problema era colocarlo si lo renovabas y ya hay muchos que han
decidido cortar por lo sano. Bueno, ni abono aquí, ni en ningún otro lugar, ni
tan siquiera les interesa ya la retrasmisión de la telebasura. Puedes
imaginarte muy bien, que a estas alturas del año esté pensando en el siguiente,
en qué demonios me saldrán de las entrañas cuando a la vuelta de la esquina
tenga que pasar por taquilla. Mejor ni pensarlo. Igual para entonces los
poderes de la mercadotecnia se han impuesto, deciden por mí, me lo ponen fácil,
hacen realidad mis sueños, y me regalan con el paquete taurino un ipad mini; o un crucero por las islas
Barbados para dos personas en régimen de todo incluido; o convertirme en
accionista mayoritario de la empresa turística organizadora de las tournées taurinas por las placitas francesas y, a ser posible, también
en régimen de todo lo güeno y nada implícito.
Mi querido amigo, siento envidia de tu soledad remota; de tu
silencio provocado; de tu alejamiento alimentado. Eso sí que es jugarse la
afición a una sola carta. Te pido miles de excusas por no escribirte a menudo
pero ando buscando alguna gruta en la que guarecerme y tomar fuerzas. Te deseo
siempre lo mejor, ya sabes, esas crónicas de siglos pasados, esas historias ancestrales
que hablaban de plazas, aficiones, toros y toreros. Aprovecha para tomar las
aguas cálidas en alejados paraísos meridionales y no te preocupes de cómo
encontrarás esto a tu vuelta. (De todas maneras esto ya no lo reconocen ni los
mismos inventores). Que seas muy feliz, tengas insultante salud y no te olvides
de esta amiga que tanto te añora. ¡Vivan los toros! (Allá donde estén)