lunes, 26 de julio de 2010

Valencia, 24 de julio

Sin lucero
Por Paz Domingo
Los tres diestros saborean los soplos mediterráneos, pero las dulces caricias del éxito se han confundido en sus almas toreras. Para Rafaelillo las cosas han rodado algo más, sin duda porque se ha empeñado en su trabajo aguerrido. Este torero funda su convencimiento en su laboriosidad. Así lo viene demostrando y así lo expuso en Valencia. Tuvo a su alcance el triunfo, lo mejor y lo peor pues se congració con el toro más terciado del festejo y no aseguró la grandiosidad de su corazón con el animal bravo y de nobleza que hizo quinto, al precipitarse en el estoque, desbaratando la lógica de una faena bien realizada por la cuadrilla en la lidia, por la ejecución de las suertes sosegadas, por los tiempos bien medidos, por el fervor de las cosas bien hechas, por el corazón pleno. Así es Rafaelillo cuando trabaja, cuando torea. De sitio verdadero, de tesón furibundo, de largura certera, de insistencia, capaz de realizar la sutileza aguantando el aliento del animal que le reta en las distancias inmediatas, para después embrollarse en detalles toscos que no necesita y que no le ayudan. (...)


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