domingo, 6 de octubre de 2013

Crónica de Paz Domingo. Feria de Otoño 2013

Tercer festejo de la Feria de Otoño. Madrid. Plaza de toros de Las Ventas, 5 de octubre de 2013. Toros de El Puerto de San Lorenzo y La Ventana del Puerto (ambos hierros del mismo ganadero) para Alberto Aguilar, Joselito Adame y Jiménez Fortes.

Cocinar al microondas

Por Paz Domingo
La crianza del toro bravo es una incógnita. Los ganaderos están dándose mucha prisa para adaptar la genética propia a los usos modernos que se supone exigen los tiempos contemporáneos. Han cogido la cocina mediterránea, la han reconstruido y la exportan con toda la parafernalia de la atractiva cocina rápida. Este criterio culinario se impone porque las necesidades de la sociedad actual radican la escasez de tiempo. Por tanto, el puchero y la cocción lenta pasan a la arcaica historia para dejar paso a la practicidad del horno microondas y el calentón inmediato. Los efectos son también parejos porque, aun no tenido un paladar exquisito, casi todos tenemos abuela y sabemos de las contundencias de la sabiduría que mezcla y la paciencia que cuece.   
El prototipo de toro de lidia que abunda en gran parte de las dehesas está ya reconstruido y de paso se ha estandarizado en marca de los novedosos tiempos. Lo han llamado manso encastado y todos están muy satisfechos con la denominación. Salen intratables al ruedo, abantos, flojos de extremidades, bobos incondicionales, irascibles al trato para trastocarse en seres entregadísimos a tundas repetidoras sin final. Y aquí radica la confusión de los gustos. Un ejemplo pudiera ser los distintivos que atesoraban los atanasios de aquellos guisos de lumbre, ásperos y sólidos, y a los que pertenecían los toros de esta ganadería salmantina. La diferencia entre aquellos y los de ayer bien pudiera estar en el calentón del horno expeditivo porque al plato le faltaban los ingredientes propios como el desafío, la fuerza, la personalidad, la fijeza, la severidad, la credibilidad para ser dominados.
Resultó una mezcla bien presentada pero cuando se le hincaba el diente daba la impresión que el chef había dado al solomillo varias vueltas a la intemperie abrasadora de la inmediatez. Los toros servían para la muleta, que era de lo que se trataba, con esa movilidad que vuelve locos a los pilotos de carreras pero como estaban crudos de varas, faltos de control de lidia, ayunos de temperatura sosegada pues acabaron siendo los protagonistas de la deconstrucción. Mientras, los matadores de la tarde conseguían a duras penas hacerse con el control de la situación y eso que no tenían más que fiscalizar bien los terrenos, poner el trapo en su sitio, templar la crudeza y aderezar con especias al gusto. Se empeñaron todos en las mismas contradicciones y que se fundamentaban en comenzar las faenas con exuberantes ayudados por alto, en acompañar las embestidas a toda prisa volando la muleta por encima de los pitones, en desorientar a los animales que hartos de tantas vueltas acabaron abrasados en la desorientación y masacrados en los estoques.
Con matices, claro está. Alberto Aguilar se empeño en que quería dar muchos muletazos cuando lo que debía hacer es sencillamente torear, y lidiar como le hemos visto en ciertas ocasiones. Tampoco puso orden en las tareas de control de lo que pasaba en el ruedo pese a que era el encargado del cometido. Los hombres de su confianza, con su apoderado al frente, se pasaron de erudiciones desde el callejón, y en muchas ocasiones los propios protagonistas no sabían a qué rey debían obedecer. Este torero valiente y arriesgado se equivocó en la preparación y se le indigestó tanto énfasis a la cocina desestructurada. Joselito Adame llegó como una tormenta tropical dispuesto a consolidar las expectativas de la pasada primavera en Madrid pero un revolcón en su primer toro lo mandó a la enfermería con una conmoción cerebral y rotura de algún hueso. Entró a los quites; bulló con mucha valentía; quiso la colocación; arriesgó demasiado en la puerta gayola y casi le cuesta la cabeza; pero también ambicionó copiar el consabido método del toreo por arriba y en los medios cuando lo que procedía era elegir con el entendimiento. Adame también quedó desbordado y desorientado. La desgracia se cebó con él y aún pudo ser peor porque no se explica cómo le dejaron entrar a matar al animal cuando era evidente que después del fuerte revolcón manifestaba una fuerte descoordinación.   
Lo más inexplicable es el caso de Jiménez Fortes ya que el torero de tantas expectativas para muchos es certero en la vulgaridad, en el toreo al revés, en los mantazos al aire, en las cansinas rotondas, en los espadazos horripilantes, en la personalidad insulsa e insufrible. Y eso que traía una cuadrilla bien conformada con Carretero en la lidia y Sandoval en el caballo.

Los sabios lo tienen dicho. Que no. Que gurús de la cocina moderna sabrán mucho del reinvento ese del potaje de la abuela pero para mí que no saben ni poner la sal. Y de los garbanzos ni hablamos. Ya saben… buen provecho. 

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