sábado, 10 de marzo de 2012

Crónicas de ayer. Burton Holmes


Burton Holmes. Crónicas de un viajero. El pionero del fotorreportaje. Taschen. Editado por Genoa Caldwell. Directedand produced by Benedikt Taschen. 38 países

El primer hombre en fotografiar el mundo
Por Paz Domingo
La lista de viajeros atraídos por el hechizo de España puede ser infinita. ¿Cuántos de estos aventureros recorrieron las cercanías de nuestras ciudades y se entretuvieron con la particularidad del carácter o el impetuoso temperamento tan propio, confundido entre múltiples culturas? ¿Cuántos se acercaron a nuestra fiesta de toros con prejuicios remilgados, con afán interesado, con pretensiones rentabilizadas de relatos fabulosos? ¿Cuántos de todos estos se resistían a vislumbrar un ápice de verdad entre tanto barbarismo?
He conocido recientemente a uno. Fue un buscador del acontecer a través de sus relatos fotografiados, y si yo hubiera nacido cien años antes, soñaría con asistir a las cotizadísimas presentaciones sobre los muchos viajes alrededor del mundo que realizó. Burton Holmes será para siempre en la historia el fabricador del fotorreportaje y que él mismo definió entonces como travelogue (...) “Viajar es poseer el mundo”, afirmaba Holmes, después de dar la vuelta al mundo en varias ocasiones, visitar todos los continentes, casi todos los países del planeta y realizar más de 30.000 fotografías y 150.000 metros de película. Satisfecho con su vida añadía: “Una de las grandes ventajas de poseer el mundo viajando consiste en que pueden disfrutarse todas las satisfacciones de la posesión sin las responsabilidades que implica la propiedad….Poseo un tesoro secreto al que puedo recurrir siempre que lo desee: en el día más sombrío puedo extraer los resplandecientes diamantes de la alegría de mis recuerdos”.

Plaza de toros de Sevilla. 1928
"Fue en Sevilla donde presencié mi primera corrida de toros. “Nunca más”, me dije entonces. Estaba previsto, sin embargo, que el pequeño rey de España asistiese a la corrida al día siguiente, de modo que compré una carísima entrada cercana al palco real y me presenté en la plaza exclusivamente para ver al monarca. Luego permanecí allí para contemplar el sangriento espectáculo del ruedo y aprendí a desentenderme de los aspectos más crueles y mórbidos de la fiesta nacional para deleitarme momentáneamente con la extraordinaria valentía y habilidad de los toreros, los banderilleros y matadores. Al tercer día me levanté muy temprano para conseguir una localidad en primera fila”.
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